El pasado 26 de Marzo publique la primera parte de este comentario prometiendo uno posterior, las contingencias han impedido que pueda meterle el diente hasta ahora.
En aquella ocasión describía el método al uso, que suele ser el “dedazo” , elección entre iguales o “barones” a modo de la monarquía visigótica. Después de llevarse a cabo la designación se refrenda en un congreso nacional y el proceso continua en cascada de arriba abajo trasladándose hasta las capas básicas de la estructura política en un intento de asegurar, la fidelidad, lealtad y tranquilidad. En eso no hay distingos sea cual sea la formación política de la que hablemos.
Sin embargo existen alternativas a dicho modelo y algunas de ellas siguen practicándose o se han experimentado en nuestro sistema político o en otros de nuestro entorno.
Lo que fundamenta a dichas alternativas es la libre concurrencia, la participación de las bases, el debate y conocimiento previo de las ideas, propuestas, currículo y ejecutoria de aquel que se promociona para un cargo. Lo que en Estados Unidos se denominan primarias y en España conocimos con la elección de Borrell en el seno del PSOE.
Este método de elección o promoción plantea dificultades y ventajas , pero lo son para el candidato y las ventajas para la sociedad. Al candidato se le exige exponerse a la crítica, al examen público, debatir y confrontar sus propuestas, etc con las de otros candidatos al mismo puesto. Y el trabajo, el riesgo de que tus ideas no sean las más acertadas, tus principios no sean sólidos, tu conducta no sea coherente y todo ello quede a la vista de un amplio conjunto de personas no gusta a muchos.
Sin embargo para el cuerpo social, la organización y la sociedad, este proceso supone un reto, una oportunidad y algo estimulante que incentiva la participación política. Y es así por que logra recuperar para el ciudadano el papel central del proceso democrático por cuanto con su voto determinan los principios que aglutinan al cuerpo social, establece las prioridades entre las múltiples opciones de inversión, gasto o aplicación y por último elige a la persona que cree más adecuada para llevar a buen termino todo lo anterior.
Esto supone para el aspirante la necesidad de generar confianza en su persona, su trayectoria, sus actos y sus ideas. Si además el proceso lo invertimos empezando por la base en vez de por el vértice conseguiremos que aquellos que son elegidos por los miembros de su comunidad sean aquellos que han demostrado a sus compañeros, compromiso, capacidad de trabajo, ideas y éxito en llevarlas a la practica además de compañerismo, cooperación y estimulo del grupo como elementos esenciales para generar confianza y credibilidad.
Y en tanto los elegidos parten de esta premisa existe una gran probabilidad de que trasladen anteriores principios a la elección del siguiente escalón, exijan responsabilidad a sus inmediatos superiores pues no se sienten designados si no elegidos y tienen la conciencia clara de que el superior es representante de la base social y a ella debe su esfuerzo, trabajo y explicaciones.
En buena parte este proceso fue el que inspiró la superación del Antiguo Régimen y transformo la condición personal del pueblo llano de súbdito a ciudadano, titular de la soberanía popular y centro del debate político en el que las materias de debate no eran el reforzamiento de estructuras de poder si no el servicio a la persona, el dotar a todos de las mismas oportunidades de origen y la asunción de las responsabilidades por las decisiones propias en un marco de libertad individual que el Estado no debe traspasar.
Así lo entiendo yo al menos y en muchos lugares ha funcionado, funciona con satisfacción del ciudadano que al verse representado en la adopción de las decisiones participa y estimula el servicio público, el trabajo para la comunidad y respeta a su clase dirigente en tanto los individuos que la componen se hagan merecedores de dicha estima.
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